
Acabamos de asistir a la rememoración de un emocionante momento histórico: el 14 de abril de 1931 se proclamaba la II República en España. Un hito que ha dejado mucha huella en la memoria colectiva, así como en la cultura y las artes, incluyendo por supuesto a la producción cinematográfica.
Lo que vino después, lo que no se contó de la Guerra Civil y/o de la dictadura franquista, lo que quedó en nuestra sociedad en forma de represión, ha generado que se produjeran numerosas películas al respecto. Hoy rescatamos muy a propósito Pero que todos sepan que no he muerto, cuyo título original es Bones of Contention (2017): un documental que se centra en la represión franquista contra el colectivo LGBT en particular, y se fija en la figura del poeta granadino García Lorca (1898-1936) para describir el ansia de un dictador por convertir un país en una cantera de ciudadanía uniforme, constituida por amas de casas/ángeles del hogar/madres abnegadas, padres de familia severos y trabajadores, y un sagrado y general respeto a las instituciones y la religión. En este ambiente, ¿quedaba sitio para el arte y la libertad de expresión, la libertad sexual, la contracultura, la oposición política?
Trailer de Pero que todos sepan que no he muerto (Bones of Contention)
García Lorca aparece en esta obra como la voz que no pudo ser callada, uno de tantos ejemplos que las voces libres incomodan al poder. Volvemos al debate histórico que generan las cunetas de nuestras carreteras, tantas familias que buscan a sus desaparecidos y quieren rescatarlos del olvido. Como muchos documentales bien hechos, consigue su propósito: que nos paremos a pensar, a apreciar el contexto histórico y sociocultural en el que vivimos, cuál es nuestra herencia ideológica. Los protagonistas que vivieron en sus propias carnes el estigma de no pertenecer a una masa convencional cuentan qué suponía ser un disidente durante la dictadura, y cómo una vigilancia férrea les aplicó la Ley de Vagos y Maleantes y les despojó de derechos sociales y dignidad. Muchos homosexuales se vieron encarcelados, pero ¿qué ocurrió con las lesbianas y los trans, por ejemplo?
Pero que todos sepan que no he muerto es un buen trabajo de Andrea Weiss, que encantará a los enamorados de Lorca. Una obra simple pero necesaria, sobre todo, para entender un poco mejor nuestro camino histórico, siempre en retrospectiva.